
Creo que tenemos una estructura mental comúnmente dualista. O algo es bueno, o es malo, blanco o negro, bonito o feo, aceptable o inadmisible.
Tenemos un sistema de clasificación que si bien puede ser eficiente, puede limitar la naturaleza real de las cosas al forzarlas a entrar en una de las dos categorías.
De lo anterior tengo una confesión que hacer. Por mucho tiempo vi sólo la flor en las relaciones interpersonales, incluyendo claro está las relaciones amorosas. Pensaba que los problemas, los disgustos, las diferencias, los malentendidos y a veces hasta el sufrimiento eran algo que había que evitar y desechar como las espinas de la rosa.
El tiempo me ha enseñado que si bien uno puede tener preferencias por algún extremo de nuestro método bipolar, lo verdaderamente importante es el conjunto, el todo.
Qué sería del día sin su noche, de la vida sin la muerte y del yin sin el yan?
Todo es importante por que un extremo valida al otro. Y en las relaciones interpersonales, las diferencias son lo que verdaderamente crea el acervo del que gozamos como humanidad. Todas esas espinas son lo que nos empuja a crecer, a ser mejores, a evolucionar y también, a apreciar la flor.
De modo que hoy celebro haber desechado el cuento de hadas y haber empezado una vida más rica y abundante, más completa. Aceptar el todo con actitud de humildad y perseverancia, tomando lo que venga como una oportunidad más de ser mejor, dulce o amargo, pero siempre benéfico. En uno radica el poder de transformar lo que la vida nos pone en frente y hacer lo mejor de ello.
Gracias a la vida y a todos mis semejantes por lo que comparten conmigo, sea lo que sea, por ese alimento que me hace ser mejor cada día.